domingo, 30 de enero de 2011

El FT (folloterapeuta)

De la incorporación de la mujer al trabajo y otras novedades de la sociedad actual , se derivan una serie de situaciones que van desde la ruptura del pacto intergeneracional de "quédate en casa hasta los 40 pero luego me cuidas hasta los 90" (con el fantasma de la residencia para todos) hasta la oleada de divorcios de primera generación que estamos presenciando o la aparición una nueva especie en la fauna ibérica: El FT

Bueno, nuevo aquí, un viejo conocido en otras latitudes.


El FT es un profesional o profesionala, por lo general frustrado excombatiente de la praxis que divulga, que, harto de ver como sus pacientes y alumnos entran y salen de su consulta como camareros de la cocina de una restaurante de éxito, y que, precisamente cuanto mejor hace su trabajo, antes desaparece el cliente, va creando una tela de araña psicológica para enganchar a las víctimas y hacerlas psicodependientes de él por una módica tarifa plana de 100 pavos la hora.

El FT se f.... literalmente el alma de la presa caída en su red (y muchas veces también el cuerpo) produciendo una victimización del cerebro del paciente o alumno que lejos de huir, como aconsejaría el sentido común, queda atrapado en las redes del FT que se erige en el único que lo va a hacer feliz en su consulta o clase, eso sí, a 100€ la hora.

La relación maestro-alumno o terapeuta-cliente es lo suficientemente asimétrica como para que se pueda dar una relación de sometimiento que fácilmente se puede transformar en maltrato psicológico.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Alumno... me suena...
Viví una situación parecida, todo fué bien, hasta que vino la crisis y con ella el abandono de alumnos por falta de dinero o motivos varios, el maestro no hablaba de ello pero era algo que se sabía por hechos y testimonios. Empezó por mi supuesta necesidad de ampliar clases en cómodos módulos de 100€, que rechazaba una y otra vez por mi precariedad económica, mientras seguían periodicamente las "sugerencias" del maestro de que era "lo mas conveniente para mi en ese momento de mis estudios". Siguieron unas clases especiales con mucho secretismo que nada tenían que ver con la materia que yo quería estudiar, pero según el maestro me iban a venir muy bien para mi situación y no perder el hilo (no podía ir a las de toda la vida, por problemas físicos, así que sutituí unas por otras). El maestro empezó a mostrar el plumero dado que excedían sus conocimientos y "estudios oficiales", aparte de que tanto secretismo no era normal. Cuando me quise dar cuenta el maestro se había erigido en "poseedor de la verdad absoluta", folloterapeuta y médico especializado todo en uno, creyendose con la autoridad y los conocimientos necesarios para mostrarnos de que iba el mundo o diagnosticar patologías o tratamientos y hacer su seguimiento (el me seguía diciendo que estaba mal cuando el médico me había dado el alta y recomendado que volviera a mi antigua ocupación poco a poco como la mejor rehabilitación, hice caso al médico y el futuro ha demostrado que fue el mejor tratamiento y que lo que proponía el maestro hubiera tenido repercusiones para toda la vida). Huí de el, rápido y veloz, y aprendí la lección...