martes, 18 de diciembre de 2018

¡QUE PENA DE MUERTE!

Asisto, como todos, al lamentable espectáculo de la ejecución de Sadam, probablemente uno de los más sanguinarios asesinos de masas de la Historia, y pasan por delante de mis ojos las caras de las miles de vidas cercenadas, del estéril sufrimiento creado, de los familiares y amigos de tantos y tantos y de los niños , esos pequeños seres que tienen mil veces más capacidad que los adultos para todo:disfrutar, creer, amar, ...pero también sufrir. ¿Cuánto miedo cabe en la cabeza de un niño cuyos padres acaban de morir? ¿o están permanentemente amenazados?¿o escuchan las bombas caer?..y aun así no consigo ponerme del lado de los defensores de la pena de muerte.
Hoy viendo la cara de Sadam en la portada de los periódicos he comprendido por qué: siempre pensé que la pena de muerte era una práctica que envilecía al que la secundaba y hoy, al ver su cara, no he podido evitar pensar que también dignifica al reo y esa dignidad de víctima (que debería ser patrimonio único de las Víctimas, con mayúsculas, y sus familiares) al final de una vida de dilapidación de todos los valores humanos, no debería de ser regalada a una persona que ha cometido las atrocidades que ha llevado a cabo Sadam. No puede descansar en paz tan pronto. Sería una pena.

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