sábado, 16 de diciembre de 2017

TARUK Y LA GRAN SEQUÍA (Publicado en "Cuentos con Corazón" 2006 Ediciones B)

Se llamaba Taruk «el que piensa y luego habla» y era –desde hacía un año- el brujo de la tribu de los Kare-Iselu, aquellos que adoraban y perseguían la luna llena, también conocidos como los hombres-luna.
Los hombres-luna habían sido siempre nómadas : un pueblo feliz que nunca había tenido nada propio y que vivía al día de lo que la Luna les ponía en su camino: si tenían hambre, aparecían animales que cazar y frutos que recolectar; y si tenían sed, llovía y recogían hábilmente el agua en tripas de vaca que administraban como si se tratara de oro líquido. Sin embargo, desde que el antiguo brujo «Hacha de Piedra» les contó que, en una visión que tuvo, la luna decía que El Valle de los Vientos debía convertirse en su hogar, se asentaron en aquella tierra y así llevaban varias generaciones sin moverse de allí.
Por este motivo habían tenido que aprender a domar y meter en establos a los animales para comer su carne y beber su leche, y también a plantar granos de trigo para cuidarlos y regarlos hasta que se transformaban en plantas de las que nacían otras y así comenzaron a producir cereales y vegetales que antes tenían que ir a buscar. Se habían transformado definitivamente en sedentarios.
Esta manera de vivir había hecho de los hombres-luna un pueblo mucho más próspero, cosa que se podía ver en sus cuerpos antaño delgados, enjutos y fuertes, y ahora mas altos y llenos, pero débiles. También había ocurrido una cosa muy extraña: antes los hombres-luna dependían de lo que su diosa les procuraba y ponía en su camino, y siempre estaban de buen humor y reían por cualquier cosa. Ahora que ellos tenían que decidir qué plantar, qué animal cazar, qué fruta recolectar o de qué pozo beber, todo se había complicado. Desde que esto ocurrió, los hombres-luna se habían vuelto más cobardes y temerosos de perder lo que tenían: su cosecha, su ganado, sus pozos... y habían perdido el sentido del humor. Esto les pasó porque siempre estaban pensando en lo que llamaban SUS COSAS. ..
Taruk echaba de menos aquellos tiempos remotos que sus antepasados le describían a través de las historias contadas por los ancianos, cuando todo era de todos y cuando la Luna les llevaba siempre adonde nos les habría de faltar de nada.... así que cuando cumplió un año como brujo se lo pidió a la Luna sin pensárselo dos veces: “¡que volvamos a ser nómadas!”, rezó. Y lo hizo tan sinceramente y con tanto amor, que algo empezó a ocurrir...
Todos sabían que la Luna era una diosa que era perseguida desde el principio de los tiempos por su marido el Sol, quien desesperado del calor que le hacía pasar esta carrera, cada cierto tiempo descargaba una gran cantidad de sudor en forma de agua que todos llamaban lluvia. Esto sucedía cuando Sol aceleraba el paso en un vano intento alcanzar a la joven y bella Luna.
Entonces la lluvia era un regalo de la Luna, pues era ella quien con su jugueteo provocaba que el viejo y gordo sol sudara intentando atraparla. Con aquel regalo los hombres llenaban sus cantimploras de tripas de vaca, y los alimentos no faltaban porque abundaban los animales.
Un día Sol pilló por sorpresa a la confiada Luna y la alcanzó. Fue una sacudida para el mundo de los hombres-luna, pues este era un fenómeno que no había pasado en toda su historia más que tres o cuatro veces, que los viejos del lugar recordaran, y les sumió en una gran oscuridad, tristeza e impotencia por lo que pudiera estar pasándole a su diosa en manos de ese rencoroso, viejo y gordo sol.
Lo que pasó fue un desastre aunque fácil de prever. Tras varias horas en las que nadie supo lo que hizo el Sol con la Luna, éste la dejó escapar. No se sabe si por pena o por falta de interés. El caso es que tuvo que ser por esto último, ya que desde aquel día no volvió a correr detrás de ella como antes. Y como ya no sudaba no volvió a llover en el Valle de los Vientos.
Pasaron semanas y meses y la sequía iba dejando sedientos y hambrientos a los hombres-luna.
Los hombres-luna no contaban con que podía pasar esto. Antes siempre estaban moviéndose y se iban a los sitios donde hubiera agua y buenos pastos, por lo que todos los hombres del pueblo vinieron a pedirle explicaciones al pobre Taruk, quien llevaba sólo un año en el puesto y todavía no estaba preparado para atender a los que ya preparaban el despellejador de brujos incompetentes: “¿Por qué no llueve, Taruk?”, dijo el jefe de la tribu muy serio. “¡¡Haz algo inmediatamente!! ¡¡Habla con los dioses y que llueva!!”, exigían todos muy enfadados mientras zarandeaban al brujo.
Temiendo por su integridad, Taruk comenzó una danza ritual -mitad para impresionarlos mitad para zafarse de ellos- mientras sacaba sus plumas de ave y se ponía una máscara que le ayudaba a ocultar el miedo tan atroz que le atenazaba. De repente paró y mirándolos con los ojos encendidos les dijo acordándose de sus oraciones:
“¡He hablado con la luna y me ha dado el siguiente mensaje!” (todos escuchaban): “Primero y antes que nada, que a quien ponga la mano encima de su emisario -que soy yo- más le valdría no haber nacido, porque será enviado al Sol, donde se quemará antes de haber llegado” (todos retrocedieron asustados). Taruk pudo calmarse y entonces añadió muy serio: “Además, Luna quiere que dejemos de quejarnos y de pensar tanto en qué pasará con todo lo que tenemos -con NUESTRAS COSAS- y que seamos más amables los unos con los otros y que dejemos de pelearnos. ¿No os dais cuenta de que ya nadie sonríe en esta tribu? Siempre estamos pensando en las cosechas y en quién tiene más ganado o posee la gruta más espaciosa. Eso entristece a Luna y es por eso que Sol la ha atrapado”.
Taruk prosiguió muy seguro de sí mismo: “Luna quiere que volvamos a ser nómadas. Que dejemos todo atrás y que volvamos a depender de lo que ella nos vaya procurando. Quiere que confiemos en ella y que nos ayudemos los unos a los otros”.
Todos se miraron y asintieron y decidieron que a la mañana siguiente partirían. Sus rostros se dulcificaron y se despidieron con un amistoso, “¡Hasta mañana!”.
El día de su partida fue el más caluroso de todos los que habían pasado, pero en la mente de todos estaban las palabras de Taruk: “Confiad en la Luna y ayudaros los unos a los otros”. Y así, cuando alguien flaqueaba y se enfurecía con el otro siempre alguno le decía: “¿Qué te pasa, hermano? ¿Has olvidado que todo se va a arreglar? ¿Por qué no intentas ayudar en vez de andar enfadado y gruñendo por ahí?”
A lo largo del camino, sin saber cómo, fueron apareciendo reservas de agua o animales que podían cazar e incluso algunos alimentos sabrosísimos que nunca habrían podido probar de haber permanecido en el Valle de los Vientos, porque no eran propios de aquella zona.
A medida que se fueron alejando del Valle de los Vientos su preocupación iba siendo menor, y aunque no tenían gran cosa no les faltaba lo necesario para vivir. Taruk sabía que la Luna estaría contenta de verlos tan unidos y seguros de ella, y que sólo era cuestión de tiempo que esa felicidad se transformara en belleza. Y así, sin saber cómo, un día la Luna se engalanó con sus mejores prendas y salió llena y preciosa para contonearse al alba delante del Sol. Estaba tan bonita que el Sol no pudo seguir indiferente y empezó a perseguirla en alocada carrera, propinándoles por la tarde una de las mojadas más impresionantes que recordaban y todos pudieron beber y llenar sus tripas de vaca. Nunca olvidaron el mensaje de la luna.
Taruk se convirtió en uno de los mejores y más queridos brujos de la tribu de los hombres-luna, quienes todavía hoy día siguen persiguiéndola y Luna les dispensa todo lo necesario para vivir, porque además de confiar en ella se quieren y siempre se ayudan los unos a los otros.

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